sábado, 27 de septiembre de 2014

Iluminación.-En zen decimos que «si te sientas y te quedas en silencio mirando una pared el tiempo suficiente, sucederá algo».

Iluminación


(por Adyashanti)

 

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Iluminación

(...)En zen decimos que «si te sientas y te quedas en silencio mirando una pared el tiempo suficiente, sucederá algo».

Muchas personas lo han hecho y han tenido experiencias agradables: un estado de placer muy intenso durante unos minutos, quizá, o tal vez, con suerte, durante unas horas del retiro.


Esta sensación puede durar sólo unos segundos, en una determinada meditación, justo antes de que la mente diga que «la libertad debe ser algo parecido a extender esta experiencia en el tiempo infinitamente».

Sin embargo, la experiencia de mi iluminación no fue lo que esperaba.

Y jamás he conocido a nadie que dijera otra cosa después de despertar realmente a la Verdad.

No he conocido nunca a alguien que me dijera: «Adya, la iluminación se parece mucho a lo que esperaba de ella».

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Lo que suelen decir es: «Es totalmente distinto de lo que esperaba.

Y no se parece a ninguna de las experiencias espirituales que había tenido antes, ya fuesen experiencias de dicha, de amor, de unión con lo divino o de consciencia cósmica».

Como decimos en zen, una vez más, «si te sientas, te callas y te quedas mirando una pared el tiempo suficiente, experimentarás todas esas cosas».

¿Y sabes qué ocurre con esas experiencias?

Pasan.

Pero la mayoría de la gente que lo sabe finge no saberlo.

Casi todo el mundo que ha atravesado una lista de experiencias espirituales sabe que ninguna ha durado porque, si lo hubiera hecho, no seguirían buscando otra experiencia más.


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Así que casi todos los que participan en el juego de la espiritualidad desde hace bastante tiempo saben que ninguna experiencia ha perdurado.

Nadie se quiere enfrentar a esto.

Los estudiantes oirán cientos y cientos de veces que la iluminación no es una experiencia y seguirán diciendo al venir al satsang: «Adya, cuando me voy del satsang pierdo lo que consigo aquí».

Y yo siempre respondo: «Por supuesto. Independientemente de la experiencia que obtengas, la perderás.

Ésa es la naturaleza de la experiencia».

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Si digo que la libertad es lo que viene para no marcharse suena bien, pero la mente sólo puede imaginar una experiencia inagotable que no venga para marcharse.

Y entonces piensa: «Todavía no he encontrado la experiencia inagotable adecuada, la que no llega para desaparecer después.

No he obtenido la experiencia correcta».

Por alguna razón, y no me doy ningún crédito por esto, cuando me senté a mirar la pared durante quince años, como estudiante zen, tuve varias experiencias.

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Algunas fueron experiencias kundalini explosivas para la mente, experiencias de unión mística, de dicha, de avalanchas de luz divina y de amor.

Como la mayoría de las personas que se sientan frente a una pared, descubrí que estas experiencias no sucedían tan frecuentemente como me hubiese gustado, y tampoco duraban tanto tiempo.

En determinados momentos del viaje solía pensar:

«¡Es esto!

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¡Esta experiencia es tan abrumadoramente agradable que tiene que ser esto!».

Mi conciencia se expandía infinitamente y recibía más visiones de las que podía asimilar.

Si deseas estas experiencias, existe una receta para conseguirlas: siéntate delante de una pared durante horas infinitas día tras día.Pero yo recibí algo que, como entendí más tarde, resultó ser una increíble bendición:

precisamente cuando tenía las experiencias más bellas e increíbles, cosa que no sucedía muy a menudo, aparecía siempre una molesta vocecilla que me decía:

«Sigue adelante, ¡no es esto!».

El resto de mi yo seguía pensando: «Por supuesto que es esto, pues todo el cuerpo y la mente me lo están diciendo.

Todas las señales me dicen que es eso.

El placer se ha hecho tan intenso que tiene que ser esto». Entonces aparecía la vocecilla y decía:

«No te detengas aquí, no es esto».

Si hubiese podido, probablemente habría agarrado a esa vocecilla y la habría tirado por la ventana, pues me daba cuenta de que otras personas también tenían estas grandes realizaciones y al menos las disfrutaban por unos días, unas semanas, en algunos casos unos meses, y estaban convencidas de haberlo conseguido.

Yo apenas conseguía disfrutar de una de estas realizaciones durante más de diez minutos.

Eso no significa que se detuviese inmediatamente, pero mientras ocurría yo sabía, sin lugar a dudas, que no era eso, independientemente de cuál fuese la experiencia.

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Más tarde comprendí que esto había sido una enorme bendición, pues me sacó una y otra vez del lugar en el que probablemente hubiese querido quedarme.

Si te aferras a cualquier experiencia, en cuanto ésta pase experimentarás el sufrimiento.

Lo sorprendente es que este sufrimiento no suele hacernos avanzar, sino que nos hace dar un giro de 180 grados para ver de nuevo la experiencia perdida.

En muchos casos este sufrimiento es una completa pérdida de tiempo, pues no conseguimos aprender que la iluminación no es ninguna experiencia que aparece y desaparece, así que seguimos intentando repetirla o retenerla una y otra vez.

Si somos muy afortunados, sabremos de inmediato que si la experiencia desaparece eso no es la iluminación, o no haremos el giro de 180 grados cuando la experiencia se disuelva.

Nos daremos cuenta de que, fuese la experiencia que fuese, no se trataba de la iluminación, pues todas esas experiencias me estaban sucediendo a mí, y todas las experiencias que me acontecen están ligadas al tiempo, lo que implica que aparecen y desaparecen.

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En mi caso, esto resultó ser una bendición, pues vi que cualquier experiencia que perdiera su momento cumbre no era la iluminación que yo estaba buscando.

Acortó mucho mi viaje.

Cuando hablamos de la búsqueda de la iluminación, que es prácticamente la palabra más gastada del diccionario espiritual, en realidad estamos buscando la respuesta a la pregunta «¿cuál es la Verdad?».

Esta pregunta es completamente distinta de esa otra que dice «¿cómo puedo obtener esta experiencia?» o «¿cómo puedo mantenerla?».

Preguntar «¿cuál es la Verdad?» es un proyecto demoledor.

La espiritualidad, en gran medida, es un proyecto constructor.

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Ascendemos y ascendemos: las ideas ascienden, la energía kundalini asciende, la conciencia asciende.

Crece y crece y nosotros sentimos que cada vez somos mejores personas.Pero la iluminación es un proyecto demoledor.

Te enseña, simplemente, que nada de lo que creías es verdad.

Todo lo que crees ser, con independencia de la imagen que tengas de ti (buena, mala o indiferente), es mentira.


Independientemente de lo que pienses sobre Dios, nada es verdad.

No puedes tener ningún pensamiento verdadero sobre Dios, así que todos tus pensamientos al respecto te muestran, precisamente, lo que el divino no es.

Tus ideas sobre el mundo te muestran, precisamente, lo que el mundo no es.

Lo que piensas de la iluminación te muestra, precisa y exactamente, lo que no es.

¿Lo ves?

Se trata de eliminar.

¿Qué es lo que se elimina? Todo.

Si no lo eliminas todo, no será realmente liberador.

Si queda una sola cosa o un solo punto de vista sin eliminar, aún no estarás liberado.

Casi todos los seres humanos basan su vida en evitar la verdad.

La verdad que evitamos es la Verdad del vacío.


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No queremos ver que no somos nada.

No queremos ver que todo lo que creemos está equivocado.

No queremos ver que todo lo que el mundo piensa es erróneo.

No queremos ver que nuestro punto de vista es incorrecto y que no existe ningún punto de vista correcto.

No queremos ver que todo lo que creemos de Dios es lo que Dios no es.

No queremos ver lo que quiso decir el Buda con aquello de que no existía ningún yo.

Preferiríamos añadir una afirmación positiva.


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Así que en vez de ver que no existe ningún yo y que todo lo que la mente considera verdad, en último término, no es más que vacío, nuestra mente enseguida añade algo positivo, como «yo soy consciente» o «todo es dicha» o «Dios es amor».

No queremos ver que el núcleo de nuestra existencia contiene un espacio vacío.

Adyashanti

*

Copio un fragmento del capítulo 19 ("iluminación") del libro La Danza del Vacío, de Adyashanti:

 

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