Aquello que es sagrado carece de atributos. Una piedra en un templo, una imagen en una iglesia, un símbolo, no son sagrados. El hombre los llama sagrados, hace de eso algo santo para ser adorado en función de complejos impulsos, temores y anhelos. Esta «santidad» está aún dentro del campo del pensamiento, es producida por el pensamiento, y en el pensamiento nada hay que sea nuevo o sagrado.
Lo Sagrado
(Del “Diario N° 1”, de Krishnamurti)
28 de junio de 1961.
Al despertar en medio de la noche uno estaba gritando y gimiendo; la presión y la tirantez, con su dolor peculiar, eran intensas(1). E
Eso debe haber estado sucediendo por algún tiempo y desapareció poco después de despertar.
Los gritos y los gemidos tienen lugar con mucha frecuencia.
No ocurren a causa de una indigestión.
Sentado en el sillón del dentista, mientras aguardaba, toda la cosa comenzó de nuevo y continúa por la tarde mientras esto se escribe.
Es más perceptible cuando uno se encuentra solo o en algún bello lugar, o también en una calle sucia y ruidosa.
Aquello que es sagrado carece de atributos.
Una piedra en un templo, una imagen en una iglesia, un símbolo, no son sagrados.
El hombre los llama sagrados, hace de eso algo santo para ser adorado en función de complejos impulsos, temores y anhelos.
Esta «santidad» está aún dentro del campo del pensamiento, es producida por el pensamiento, y en el pensamiento nada hay que sea nuevo o sagrado.
El pensamiento puede producir todos los intrincados enredos de los sistemas, dogmas, creencias; y las imágenes, los símbolos que él proyecta no son más santos que los planos de una casa o el diseño de un nuevo avión. Todo esto se encuentra dentro de las fronteras del pensamiento, y nada hay de sagrado o místico al respecto.
El pensamiento es materia y puede ser convertido en cualquier cosa, fea o bella.
Pero existe algo sagrado que no es del pensamiento ni pertenece a un sentimiento revivido por éste.
El pensamiento no puede reconocerlo ni utilizarlo.
El pensamiento no puede formularlo.
Pero existe algo sagrado que ningún símbolo o palabra pueden tocar.
Eso no es comunicable. Es un hecho. Un hecho es para ser visto, y el ver no tiene lugar por medio de la palabra.
Cuando un hecho es interpretado, cesa de ser un hecho; se vuelve algo por completo diferente.
El “ver” es de la más alta importancia. Este ver está fuera del tiempo-espacio; es inmediato, instantáneo.
Y lo que es visto, nunca es igual otra vez.
No hay otra vez o mientras tanto.
Esto que es sagrado no tiene un adorador, el observador que medita sobre ello.
No se halla en el mercado para que pueda comprarse o venderse.
Como la belleza, no puede ser visto mediante su opuesto, porque no tiene opuesto.
Esa ‘Presencia’ está aquí, llenando la habitación, esparciéndose sobre las colinas, más allá de los mares, cubriendo la tierra.
La noche pasada, como ha sucedido una o dos voces antes, el cuerpo era sólo un organismo y nada más, funcionando, vacío y silencioso.
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