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domingo, 18 de mayo de 2014

La vida debe ser felicidad. ¿Lo crees? Es verdad. Ya sé que no lo parece cuando miramos lo que nos rodea; pero es verdad. La vida debe ser felicidad. Tú debes ser feliz. Y si eres feliz, debes ser más feliz. Aunque seas muy feliz, puedes ser más feliz todavía. ¿Cuánta felicidad? ¿Cuan feliz puedes llegar a ser? Y bien... puedes ser más feliz que Dios.

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La vida debe ser felicidad. ¿Lo crees? 
Es verdad. Ya sé que no lo parece cuando miramos lo que nos rodea; pero 
es verdad. La vida debe ser felicidad. 
Tú debes ser feliz. Y si eres feliz, debes ser más feliz. Aunque seas muy 
feliz, puedes ser más feliz todavía. 
¿Cuánta felicidad? ¿Cuan feliz puedes llegar a ser? Y bien... puedes ser 
más feliz que Dios. 
En cierta ocasión, oí a una señora que hablaba de un caballero muy rico. Y 
la señora dijo: «¡Tiene más dinero que Dios!». En este sentido lo digo. Utilizo esta 
expresión a modo de superlativo máximo. 
Pero también lo digo en un sentido literal. Con estas palabras pretendo 
decir precisamente lo que indican. Y esto nos plantea muchas preguntas. ¿Quiere 
esto decir que Dios llega a vivir eso que llaman «felicidad»? (Sí.) ¿Quiere esto 
decir que Dios siente infelicidad? (No.) Si podemos ser más felices que Dios, ¿quiere 
eso decir que estamos separados de Dios? (No.) Entonces, ¿cómo es posible? 
Y bien, resulta que existe una fórmula por medio de la cual puedes ser 
más feliz que Dios. Todos los místicos la conocieron; la mayoría de los maestros de 
sabiduría mística la conocieron; algunos mensajeros espirituales de nuestros 
tiempos la conocen; pero con el paso de los siglos se ha ido convirtiendo en una 
especie de «fórmula misteriosa», porque se habla poco de ella. Muy poco. 
¿Por qué? Muy sencillo. Entre las personas a las que han hablado los 
maestros y los mensajeros espirituales, muy pocas han sido capaces de creer que 
la «fórmula misteriosa» produce los efectos que se aseguran. Y cuando uno habla 
de cosas en las que nadie cree, puede llegar a caer muy mal a la gente. 
Así pues, aún en nuestros tiempos, que se dice que son unos tiempos 
adelantados en lo intelectual y en lo espiritual, son pocos los maestros y los 
mensajeros espirituales que desvelan esta fórmula, aun cuando la conocen. O, 
aunque hablen de ella, sólo hablan de la mitad de ella. 
Dios es Felicidad 


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